Leyendas Cortas de Terror del Estado de Jalisco.

Algunas de las leyendas de Jalisco más conocidas giran en torno a criaturas de la noche. Al cementerio del centro de la ciudad de Guadalajara, llamado Panteón de Belén, se le atribuyen muchas historias sobre vampiros y apariciones. El estado mexicano de Jalisco posee un imaginario popular muy colorido e intrigante que enriquece su ya fascinante identidad, de donde derivan muchas de las características culturales típicas mexicanas como el tequila, los mariachis, las canciones rancheras y el famoso sombrero charro, según el investigador Johann Ramírez.
Su capital es Guadalajara, una de las ciudades más importantes de México y la segunda más grande del país. Su metrópolis contiene muchas construcciones antiguas y casas de arquitectura colonial llenas de misterio y encanto. Cementerios, hospitales, callejones y hospicios en Jalisco son destinos comunes de turistas curiosos que desean experimentar una pizca de estas historias fantásticas.
La pila de Culebras
En Talapa existe una fuente o pila con cuatro serpientes talladas en piedra de las cuales salen los chorros de agua. Cuenta la leyenda que las serpientes eran cuatro comadres del pueblo que acostumbraban a chismear barbaridades de la gente en el siglo XIX.
Eran conocidas como las María Lenguas y solían reunirse en la fuente. Un día el indio Macario les advirtió no seguir con esa costumbre de hablar mal de las personas; ellas se burlaron a carcajadas y le insultaron. Macario bebió agua de la fuente, mojó a las cuatro María y las maldijo en la lengua otomí. Las cuatro María Lenguas se empezaron a retorcer convirtiéndose en serpientes de piedra, quedando pegadas a cada lado del búcaro de la fuente.
El charro negro
En las calles de Tuxpan de Jalisco se cuenta una leyenda antigua sobre un hombre vestido de charro color negro montado en un caballo azabache. Se podía escuchar a lo lejos las pisadas de los cascos. Quien llegaba a sentir los cascos muy cerca, veía la figura sombría. Esto ocurría en horas de la madrugada, y se creía que era el Diablo mismo. El charro se acercaba a las personas para acompañarlas por las calles, especialmente a las mujeres jóvenes.
Este les ofrecía llevarlas hasta su casa a caballo. Si ellas ingenuamente aceptaban, el charro revelaba su forma real cuando ya estaban sobre el lomo del animal. Se cuenta que el hombre crecía dos veces su tamaño y se encendía en fuego, incendiando a su víctima en las llamas del infierno. Ya a partir de ese momento, el alma de la chica le pertenecía al Diablo. Las más inteligentes se negaban a montar, pero le permitían acompañarlas hasta su casa para no desencadenar su transformación. Se despedían con un gesto cordial y el charro negro se marchaba como si nada.
El reloj de la muerte
Esta leyenda urbana habla del famoso reloj del Hospicio de Cabañas, que fue admirado por los habitantes de la ciudad al ser construido. Pasado meses de su instalación, el reloj comenzó a presentar fallas, deteniéndose sin explicación alguna. Y así como paraba, al rato comenzaba a funcionar otra vez. Esto sucedió durante un tiempo sin que nadie lograra dar respuesta al misterio. Podía detenerse a cualquier hora del día o de la noche, sin ningún patrón. A la par de esos hechos los niños del hospicio comenzaron a morir. Las monjas se percataron de que esto ocurría justo cuando el reloj se detenía. En 1952, el reloj de la muerte fue mandado a destruir.

El árbol embrujado del cementerio
Esta leyenda habla sobre un joven paciente del viejo hospital que estaba al lado del Panteón de Belén. El chico estaba muriendo de cáncer y nada que los doctores podían hacer lograba acabar con su sufrimiento.
Una tarde su madre le colocó una estampita de su santo favorito en la mano mientras dormía. Al despertar, Santiago expulsó a su mamá de la habitación, maldiciendo y diciendo a gritos furioso que no creía en los santos, ni en ella ni en Dios. El día siguiente Santiago fue encontrado ahorcado de un árbol en el cementerio con las sábanas del hospital. Tiempo después el árbol fue cortado, de este quedó solo un pequeño tocón. Se cuenta que en las noches aún se puede ver la sombra completa del árbol con una sombra humana colgando.
Nachito, el niño que temía a la oscuridad
Ignacio era un niño que desde su nacimiento tuvo mucho miedo a la oscuridad y a los espacios cerrados. Sus padres tenían que mantener las lucen encendidas durante la noche para que Nachito pudiera dormir; si no, lloraba y gritaba desesperado.
Nachito murió a los 5 años, y dice la leyenda que la niñera olvidó prender las cuatro luces en las esquinas de su cuarto. El cuerpo fue enterrado en el Panteón de Belén. Por diez días seguidos el féretro apareció en las mañanas fuera de la tumba.
Algunos relatos dicen que también vieron al fantasma del niño buscando la luz de la calle. Sus padres modificaron el sepulcro, manteniendo el féretro en la superficie con cuatro antorchas en cada esquina. La gente que visita el cementerio acostumbra a dejar juguetes y caramelos sobre la tumba de Nachito.
