Leyendas de terror potosinas; el tren de la muerte y la mujer de piedra.

Francisco Castellanos J.
Como ya comentamos en el capítulo anterior, San Luis Potosí es uno de los estados de México con más historias macabras que contar.
Las escalofriantes anécdotas ocurridas en esta región, figuran dentro de las mejores leyendas mexicanas y ciertamente le ponen los pelos de punta a cualquiera.
A continuación vas a conocer otras dos leyendas potosinas más aterradoras y oscuras que hasta hoy, han sido contadas de generación en generación.
El tren de la muerte
Nos comentan los narradores y pobladores que esta historia tiene lugar el 5 de octubre de 1972, en el pueblo fantasma de Real de Catorce. Aquel día, un grupo de pasajeros acababa de abordar el último tren que los llevaría hasta Monterrey, después de haber viajado a aquel poblado para rezarle a San Francisco, el santo protector de Catorce. Entre ellos iba un hombre llamado Rogelio, acompañado por su esposa.
Era ya muy tarde cuando tomaron el ferrocarril. Había veintidós vagones donde las personas tenían que viajar sumamente apretadas y la mayoría sin poder siquiera sentarse, ya que el transporte estaba ocupado casi en su totalidad por carbón y minerales.
Estaban a punto de partir cuando Rogelio notó a un anciano, vestido con sombrero de palma y ropas muy modestas, que alterado y muy molesto, trataba de llamar la atención de los demás sin que nadie le hiciera caso.
—¡Bajen todos ahora! ¡Tienen que dejar todos el tren! —decía— ¡Esta noche va a haber un accidente y Dios me envió para avisarles! ¡Muchos morirán si siguen con el viaje! Por favor bajen, bajen…
Como era de esperarse nadie lo tomaba en serio y Rogelio no fue la excepción. Cuando el viejo se acercó para hablarle directamente, ganas no le faltaron de decirle que se largara, pero su mujer, que era muy supersticiosa, se sintió asustada y le pidió que hicieran caso de desconocido.
—¿Bajarnos? ¡Pero si es el último tren que va a Monterrey! —se quejó el hombre.
—Por favor Rogelio, tengo un mal presentimiento. Sentí un escalofrío cuando ese sujeto se acercó a hablarnos.
De mala gana y ante la insistencia de su esposa, Rogelio accedió a que bajaran, junto con otros pocos pasajeros a los que el viejo había convencido. Lo curioso es que ahora no había rastro de él por ninguna parte.
Esperaron en la estación con desánimo y sorprendentemente, un nuevo tren apareció a las 11, excepto que este iba hacia la ciudad de San Luis Potosí. Rogelio pensó que bien podían hacer una parada en la capital antes de irse al norte.
Apenas unos minutos después de abordar el segundo ferrocarril, sintieron como las vías temblaban por un momento, antes de completar el resto del trayecto en total calma.
Llegaron por la mañana a la estación de trenes, solo para descubrir una impactante noticia.
La noche anterior, el tren de Real de Catorce se había descarrilado. La mayoría de los pasajeros habían muerto por el choque o aplastados bajo los veintidós vagones. Hombres, mujeres y niños.
Quienes habían sobrevivido estaban gravemente heridos, al grado de que muchos tendrían que vivir con serias cicatrices o miembros amputados por el resto de sus vidas.
