Leyendas de Mexico

Leyenda del Estado de Campeche, dos leyendas de terror cortitas: El puente de los perros; la Niña y el perro.

Dos historias cortitas del Sur de México donde interviene el mejor amigo del hombre : “El perro”. El estado tuvo gran influencia maya y española desde hace siglos, por lo que las leyendas de Campeche son una mezcla de ambas culturas.

Esta es la primera: Cuenta esta historia que en los tiempos en que el comandante militar de la plaza era Francisco de Paula Toro, mandó a construir un puente por donde su mujer, Mercedes López de Santa Anna, solía pasear, situado este puente sobre el canal de desagüe del suburbio de Santa Ana. 

Un día en que Doña Mechita pasó a inspeccionar la obra de su marido, le dijeron que en los remates del puente iban a poner unos pebeteros, a lo que ella no le pareció y dijo a su esposo que mejor pusieran las esculturas de sus perros Aníbal y Alejandro, ya que esos perros se los había regalado su hermano Antonio. De esa forma y por partida doble los perros quedaron inmortalizados en piedra. Siendo inaugurado con el nombre de Puente de la Merced. 

Entre las más misteriosas leyendas de Campeche está la Niña y el Perro.Ésta era una niña, la hija de los presidentes del poblado de Hool. Era una niña que no tenía hermanos, sus padres al ser los presidentes salían muy seguido a los eventos del pueblo. La niña se sentía muy sola, ella se lo hizo saber a sus padres quienes la comprenden muy bien y decidieron comprarle un perro. 

El perro y la niña se hicieron muy buenos amigos, él la cuidaba todo el tiempo de cualquier peligro, la niña lo quería tanto que hasta lo dejaba dormir en su cuarto con ella. Esta historia sucedió en Champotón, es acerca de una niña que siempre estaba sola porque sus papás viajaban mucho. Su papá, quién era el jefe del pueblo, le compró un perro para que la acompañara, convirtiéndose en muy buenos amigos.

Todas las noches el perro dormía al lado de la niña y lamía sus manos, pero una noche de repente se despertó la niña y sintió que el perro le lamió la mano como siempre. Al amanecer, la niña miró al perro y estaba muerto; en un espejo de su cuarto había una nota que decía no solo los perros lamen.

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